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Oler: un sentido muy especial en el autismo

Cuando Miguel Ángel nació, lo primero que nos dijeron los médicos tras su diagnóstico de Síndrome de Down, fue que podría aparecer deficiencias en la vista, oído, dificultad para hablar y comer, huesos frágiles, cardiopatia, pies planos, retraso mental..., entre otras cosas, y saber que cuanto mayor fuera su discapacidad, más problable fuera que el número de deficiencias fuera elevado. Aunque a esto añadieron la coletilla de "su desarrollo dirá cuáles de esas deficiencias están presentes o no".
Miguel Ángel Guerrero con 6 meses.

Podréis comprender que para unos padres este diagnóstico y sus patologías físicas y psíquicas posibles, era como caer al vacío desde un décimo piso. Recuerdo a mi madre llorando días enteros, de hecho, en 20 días había recuperado la figura, nadie hubiera dicho que había parido en menos de un mes, pero a mi madre se le quitaron las ganas de comer ante el disgusto de que su niño no iba a ser como sus otros hijos. 

Por supuesto, en esos momentos, nadie de la familia ni siquiera los médicos sospecharon que además tenía autismo... eso fue algo que surgió en nuestras cabezas con el tiempo, y digo en "nuestras", porque dicha idea empezó a coger moldura cuando mi hermano ya contaba 20 años, y hasta ese instante, ningún médico, especialista, educador especial ni nadie nos sugirió, en ningún momento, que su comportamiento, forma de actuar y actitud, pudiera corresponderse con dicho trastorno.

Miguel Ángel demostró desde que nació, que comer no iba a ser nada fácil con él...de hecho, no cogió el pecho ni quería biberones. Se cansaba pronto... además era como si no le gustara la leche. De estos problemos con la comida hablaremos más adelante, en otro post. En éste que nos ocupa me gustaría señalar el olfato en las personas con autismo.

En este último año, ha aparecido un estudio muy relevante sobre el sentido del olfato de las personas con autismo. El Instituto de la Ciencia Weizmann de Israel publicó que los niños con trastornos del espectro del autismo responden de diferente manera a los malor olores, pudiéndose considerar como una diferencia muy significativa, ya que el 80 % de los niños con TEA, podrían ser diagnosticados gracias a su olfato.

Las conclusiones de dicho estudio fueron que los niños sin autismo cambiaron la forma en la que olían los olores desagradables en los primeros 0,3 segundos, por lo que rápidamente, intentaban dejar de oler dichos malos olores, y pasaban más tiempo oliendo cosas agradables en comparación. Los niños con autismo, sin embargo, continuaban oliendo sin ningún cambio aunque se trataran de malos olores.

Si los investigadores nos dicen que con este sencillo test, se puede diagnosticar el autismo con una probabilidad de acierto del 80 % , he de concluir que el caso de mi hermano Miguel Ángel quedara dentro del 20 % no concluyente.

¿Por qué digo esto? Recordando que no soy experta ni especialista, sí puedo dar puntos y señales de cómo es el olfato de mi hermano.

Miguel Ángel desde pequeño ha sido muy difícil darle de comer y que comiera. Siempre fue una lucha la hora de la comida. Con 4 ó 5 años empezó a comer solo y aunque su autonomía al respecto era buena, sus alimentos eran muy contados en su dieta, y nos dimos cuenta que todo aquello que comía, lo olía. Olía el pan, la comida del plato, la ropa, el gel, sus peluches, el suelo, la pared... todo lo que caía en sus manos o sentía cierta curiosidad por ello, acababa pasando por su olfato.

Recuerdo una anecdota muy graciosa y que nos dió norte de para qué usaba Miguel Ángel su olfato.

Estaba con él comprando en la frutería de al lado de casa. Miguel Ángel tenía 5 años y por aquel entonces, de fruta, solo le gustaba la naranja. El frutero le dió un melocotón a mi hermano y le dijo "Toma Miguel Ángel, una naranja". Miguel la cogió, y a pesar de que el tacto de una naranja y de un melocotón son muy distintos, él la cogió muy conforme con lo que le había dicho el frutero. Inmediatamente se la llevo a la nariz para olerla y su reacción fue tirar el melocotón bien lejos. Inmediatamente, el frutero cogió una naranja y se la dió a Miguel Ángel diciéndole : "Toma, una naranja". Él la olió, sonrió y señalándola dijo "aa aaa", que quiere decir "naranja". 
Conclusión, identificó la naranja por el olor, es decir, olía para identificar a los objetos o cosas. 
Miguel Ángel Guerrero oliendo el cola-cao

Por el contrario, nunca hemos conseguido que oliera una flor porque su tacto le repelía, por lo que no dejaba ni siquiera que se la acercáramos... ponía la mano delante para impedir que nos acercáramos y si insistíamos, salía corriendo, huía como si fuera el demonio.

No sé si mi hermano identifica o no olores desagradables, pues creo que no lo hemos expuesto a esas situaciones tan claras, lo que sí tenemos claro es que identifica, sobre todo, la comida por el olfato... Lo cual tampoco nos cuadra con la patología de las personas con Síndrome de Down, pues presentan un puente nasal estrecho por lo que les dificulta la respiración y una nariz, ancha y triangular aunque pequeña, por lo que en muchas ocasiones pueden presentar inflamación de las fosas nasales, moquillo constante, etc que puede impedir en muchos casos, un sentido del olfato tan sensible como el que presenta mi hermano.

Así que quizás, sea una cualidad heredada de la familia, tener un olfato muy selectivo y claramente identificativo.

Que cada niño con autimo es diferente... está muy claro. Cada niño es un individuo con unas características personales muy precisas, por eso siempre suelo decir que yo no soy especialista en autismo, soy especialista en Miguel Ángel.




Fuentes: 
Síndrome de Down: Doc

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