No quisiera que este post fuera mal interpretado porque el dolor es muy personal y da igual que sea de una madre o de un padre.
Tampoco pretendo insinuar qué hay que hacer pues las situaciones vividas por cada persona son únicas y por tanto, lo que aquí se relata es una solución a un caso concreto.
Con "Dolor de madre" tan solo quisiera manifestar la preocupación, el sin vivir que tiene una madre en concreto: la mía.
No hace falta decir que todas las madres y padres se vuelcan con sus hijos, sean con síndrome de down, con autismo o con cualquier otra discapacidad.
Cada uno realiza su rol como mejor puede y sin lugar a dudas, el amor es el gran protagonista.
Sin embargo, el amor está íntimamente ligado al sentimiento de protección y este exceso interés en proporcionar protección, es lo que lleva a muchos padres a tener una preocupación inmensa sobre lo que le deparará el futuro a sus hijos.
Muchos disponen con antelación quiénes quieren que sea el tutor de sus hijos para cuando ellos faltan, en caso de discapacidades más severas.
Otros eligen un buen centro residencial para que sus hijos estén adecuadamente atendidos.
Pero no estoy hablando de este tipo de preocupación, sino la producida en vida. Me explico: cuando una madre tiene que renunciar al cuidado diario de su hijo antes de faltar en este mundo.
Se puede deber a muchas razones: por la edad, por salud o, incluso por la dependencia que comienzan a tener los propios padres.
La razón de mi madre es la salud.
Miguel Ángel Guerrero |
Hace 4 años comenzó su lucha contra un tumor y hoy en día, sigue luchando contra una enfermedad a la que, por desgracia, es muy difícil ponerle un punto y final.
Los tratamientos complicados, intensos y dolorosos se mezclan con etapas de sosiego con otros de turbulencias.
Debido a ello, mis padres decidieron que mi hermano Miguel Ángel ingresara en una Residencia para Psicodeficientes en Cantillana (Sevilla).
Mis hermanos y yo, con trabajo y familia propia, nos resultaba muy complicado atender a dos personas a la vez, y mi madre, en esos momentos, nos necesitaba mucho más.
No obstante, en períodos de calma en la enfermedad, Miguel Ángel venía a casa todos los fines de semana y mi madre lo cuidaba. Para ella, era como una bocanada de oxígeno. Se la veía sonriente, feliz, preparando comida para el fin de semana, la ropa que le iba a poner... todo preparado para la llegada del rey de la casa.
Hay que añadir que las 24 ó 36 horas que Miguel Ángel estaba en casa, suponía un gran esfuerzo para mi madre. Cuando él se marchaba, se acostaba exhausta por el cansancio y le costaba dos días estar recuperada de nuevo.
Sin embargo, desde la caída de mi madre en febrero no es posible dicho cuidado tan personal (en el post "Tu peor pesadilla, hecha realidad"........ os lo explico con detalle).
Tardó tres meses en poder bajar las escaleras de casa, subirse a un coche e ir a Cantillana a ver a mi hermano. Ella iba con su andador, con sus dolores perpetuos pero con el corazón engrandecido por la ilusión de ver a "su niño".
Desde hace dos meses, de manera más o menos regular, una vez en semana, mis hermanos recogen a Miguel y lo llevan a casa por unas horas, las suficientes para que el uno y el otro sean ese binomio necesario.
Lógicamente mis hermanos son quienes lo cuidan y están pendiente de él pero cuando Miguel para un momento para escuchar su música favorita, ella se sienta y se queda allí, mirándolo... ve que él está contento de escuchar a Bertín Osborne y ella de verlo a él.
Con todo este argumento recopilador solo pretendo que os pongáis en la situación de mi madre, que una y otra vez se reprocha que si ella no estuviera enferma, "su niño" estaría en casa porque nadie lo cuida ni lo mima como su madre. Ese dolor en el corazón es intenso, demoledor y pesa mucho en las espaldas.
Ella lamenta el haber adelantado la separación con su hijo debido a la enfermedad. Ella se imaginó que su niño estaría con ella hasta que le tocara la hora de partir y no antes.
Su vida es ahora una espera de días hasta que llegue el momento de volver a ver a su niño subiendo las escaleras y diciendo "ma, ma".
Solo en esos momentos, es completamente feliz.
Solo en esos momentos, todo es casi igual que hace 4 años, su niño y ella.
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