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¿Aversiones?... ¡controladas!

Todos los chicos tienen aversiones a ciertos objetos y personas.
Hay que distinguirlas de aquellos miedos que provocan pánico, impidiendo la continuación de vida diaria y como resultado aparece un trastorno en la conducta. Como pueden ser vértigos, pánico a las aglomeraciones de gente, al contacto físico, a camillas sanitarias, etc...
Las aversiones son repulsión, repugnancia, hostilidad, resentimiento hacia personas o cosas. Teniendo en cuenta esto, Miguel Ángel tiene varias aversiones muy claras desde pequeño: a las sillas de ruedas o carritos de bebé, a los ruidos estridentes, a las gafas y al pelo rubío platino largo.

Ante las aversiones de nuestros chic@s debemos comprender y organizar su mundo para que éstas vayan poco a poco desapareciendo. Quizás con la suficiente antelación y orden se puede prevenir la aparición de muchas de ellas.

Lo importante es no angustiarnos porque todo lo que sintamos, ellos lo captarán y se contagiarán, por ello es necesario guardar la calma ante las aversiones y reaccionar de forma objetiva. 

Empecemos por la última: el pelo rubio platino largo. No sabemos qué sentimiento le producía el ver un pelo rubio platino largo pero el caso es que como la chica se descuidara, tirón de pelos al canto. Recuerdo que una amiga llamada Manoli y mi propia prima Rocío no podían cogerlo en brazos porque en menos de dos minutos, su mano empuñaba un manojo de pelo y nos resultaba muy difícil desengancharlo sin producir algún tirón de pelos. Por suerte, esta aversión fue desapareciendo con la edad y no tuvimos que tomar medidas al respecto.


Las gafas, ese objeto que usamos para corregir nuestra deficiencia óptica, era como un objeto desafiante para él. A la más mínima ocasión, de repente y sin motivo aparente, Miguel Ángel lanzaba una mano veloz como el viento hacia la montura y de un zarpazo, las tiraba. Suele aparecer cuando hay alteraciones emocionales tanto en situaciones de enfado como en situaciones de excesiva alegría. Por eso estamos siempre atentos ante los síntomas físicos de él, fruncido de ceño cuando se enfada, y carcajadas descontroladas cuando está contento. 
Esto provocó muchos disgustos a mis padres, tanto emocionales como económicos porque a excepción de mi madre y yo (que empezamos a usarlas mucho más tarde) todos los demás miembros de mi familia llevan gafas. En el cole, en alguna ocasión, hemos tenido que abonar las gafas de algún compañero de Miguel. Ante algo tan imprevisto y repentino solo podemos estar alertas a sus movimientos y si alguien desconocido se acerca para congraciar con él, le avisamos para que mantenga la distancia prudencial para que no pueda alcanzar las gafas. Le hacemos entender a esa persona que dicha reacción no es algo personal contra ella sino que es un objeto al cual le tiene manía, no entiende por qué las personas llevan ese objeto y como no habla, es su manera de decir que no le gustan. Con eso conseguimos, no solo evitar la tentación de que Miguel le tire las gafas sino también que la persona entienda con una explicación sencilla por qué él reacciona así.

Los ruidos estridentes como los martillos hidráulicos, motos, golpes bruscos, etc... le producen la reacción de rechazo tapándose los oídos. Cuando era más pequeño además de taparse los oídos reculaba, retrociendo, intentando huir hacia el sentido contrario de donde venía el ruido. Hoy en día, parece que lo lleva mejor porque ha conseguido entender que es sólo por poco tiempo y por tanto sigue andando aunque lleve los oídos tapados y la cabeza baja, con el ceño fruncido y mirando de reojo al lugar de donde proviene el desagradable ruido.

Lo de las sillas de ruedas y los cochecitos de bebé es aún un gran problema sin resolver. A veces me gustaría saber qué se le pasa por la cabeza cada vez que ve uno. Se queda mirándolo fijamente y como pase cerca de él, lo empuja con una sola mano y lo vuelca. Ya os he comentado que Miguel Ángel tiene un gran fuerza física.
En el colegio de educación especial San Pelayo, donde estuvo hasta los 20 años, os podéis imaginar la cantidad de niños que puede haber en sillas de ruedas, con prótesis o con muletas. Miguel nunca ha podido estar cerca de alguien con muletas porque instintivamente se las quería quitar al tiempo que le empujaba. Supongo que le resulta extraño que alguien las utilice para poder andar. Es muy curioso, porque mi abuelo paterno, que fue "policía armada" como solía decir mi abuela, tuvo un accidente con 32 años y como consecuencia de ello, su pierna quedó amputada... Con lo cual, Miguel desde pequeño ha visto en la familia a personas con muletas, gafas y con pelo rubio... O sea, que son cosas que no le son desconocidas.



Esta aversión ha tenido épocas donde despertaba con furor y otras en las que estaba en retardo. Las más acentuadas fueron hasta las 12 años y la comprendida entre los 19 y los 24 años. Recuerdo que mi madre y yo cogimos la táctica de distraerle con cosas que le gustaba para que su mirada no quedara clavada en la silla de ruedas o cochecito. Podéis llamarle la atención sobre otro objeto o lugar, pero recordad siempre que las palabras han de ser breves y pocas para que pueda entenderlas. Nosotras le decíamos a dónde ibamos, o que iba a comer chocolate, o que ese día vendría la tita a visitarnos. Él reaccionaba a dichos comentarios respondiendo e interactuando con nosotras con lo cual, cuando fijaba la mirada otra vez al frente, la silla de ruedas o el cochecito ya se había alejado mucho de nuestro radio.

Sin embargo, actualmente parece que se ha suavizado dicha actitud porque mi madre usa andador debido a una operación de cadera como consecuencia de una accidente en el hogar y Miguel, no ha reaccionado ante ello. Es más, en alguna ocasión, mi madre estando sentada en el sofá, él le ha acercado el andador y cogiéndole la mano la dirigía hacía el mismo... es su manera de indicar "mamá levántate".

Vemos que Miguel Ángel poco a poco supera esas aversiones con la madurez que el tiempo le otorga. Sin duda va evolucionando día a día su personalidad sin dejar atrás su esencia más pura: ser un chico cariñoso y familiar.




Fuente Colaboradora: Psicos-Salud


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