Subida al Monte de Santiaguiño (Padrón) |
Una vez fue diagnosticado de autismo, los psicólogos se planteaban cuál era el mejor plan para intentar estabilizar la vida de Miguel Ángel.
Teníamos en contra que era un adulto, que ya no estaba en edad escolar y que estaba en un período de crisis emocional. Difícil tarea y complicada resolución, pero nosotros nos agarrábamos a ellos como el último cartucho por quemar... no teníamos más soluciones y estamos en un campo totalmente desconocido.
Decidieron que había que empezar por el entorno familiar, porque en ese momento Miguel Ángel no estaba en ninguna Unidad de Día ya que en la que estaba (Niños con Amor) no pudieron hacer nada por controlar la explosión de conductas agresivas que desató mi hermano, estaban impotentes porque su ratio era de 1 educador por cada 6 niños y mi hermano, él sólo, ya necesitaba a un educador...¿qué pasaba con los otros 5 chicos?... Con mucho dolor, dicha Unidad nos dijo que era mejor que no fuera, por su seguridad y por la de los demás.
El comienzo del Plan de Actuación sería la Terapia Ambulatoria... y ¿eso qué es?... Simplemente era intentar facilitar el entorno más allegado, que no era otro que el familiar. Vendría un Terapeuta para ver cómo mi hermano era en casa, dónde aparecían las conductas, cómo reaccionaba, cómo reaccionábamos nosotros, cómo solucionábamos las crisis... en pocas palabras: mejorar la calidad de vida de nuestra familia y enseñarnos cómo "llevar" el día a día de un autista.
Subida al Monde de Santiaguiño (Padrón) |
Recuerdo cuando vino Luisfer (nuestro pionero Terapeuta), para conocernos trajo una encuesta para anotar cosas de la familia. Estábamos mi madre y yo. Cuando Luisfer nos preguntó "¿qué bueno tiene Miguel Ángel?" Mi madre y yo enmudecimos... después de tantos meses de tensión y luchando con la crisis emocional de mi hermano, no teníamos ni una palabra buena sobre él. Recuerdo que me puse colorada y que me puse tan nerviosa al reconocer con horror que no podíamos decir ni mú que Luisfer nos ayudó con "le gusta la música, ¿no? eso es algo bueno".... No quiero ni imaginar qué pensaría en ese momento Luisfer de nosotras, pero la cruda realidad es que llevábamos 6 meses de infierno (sobre todo mi madre) y eso hace mella emocionalmente.
Luisfer se puso manos a la obra. Primero intentado empatizar con mi hermano, comprobando si le buscaba con la mirada, si se hacía cómplice de sus juegos... Cuando empatizaron, llegó el trabajo de campo. Se trataba de hacer distintas tareas domésticas, cosas sencillas que él pudiera más o menos aprender ya que suelen gustarle hacer ese tipo de menesteres, sobre todo porque se encuentran ocupados, no aparece la ansiedad y se sienten realizados.
Primero fregar platos, luego regar plantas, después tender ropa y por último escuchar música... Todo esto iba siempre en un tonillo musical, con pocas palabras y con gestos manuales. Miguel Ángel demostró gran pericia para hacer tareas de la casa... Aprendió a medio limpiarse los dientes, fregar el baño, barrer, limpiar el suelo, doblar ropa, a ducharse y a secarse, a vestirse, a comer sin atragantarse..... Lo último siempre era un premio: música, chocolate o mantecado.
Sin embargo, lo difícil fue controlar las situaciones de crisis. A veces, él no quería trabajar y entonces aparecían las conductas. Otras veces aparecían cuando no le salía bien la tarea. Luisfer tuvo que trabajar mucho para enseñarle a rechazar una tarea pero sin que apareciera una reacción negativa, para ello introdujo la agenda. Se trataba de un panel donde se ponía la secuencia de tareas a realizar. Estas tareas eran fotografías de las actividades cotidianas que se hacían y de los objetos y personas más allegadas. Por ejemplo, para indicar que primero era barrer, la foto era la de la escoba; para fregar platos, el estropajo y el lavavajilla; escuchar música, era el mp3. De esta manera se le anticipaba todas las tareas y si no quería hacer alguna, simplemente tenía quitar la foto o bien, ponerle una cruz encima.
Parque del Monte de Santiaguiño (Padrón) |
Esto dicho así parece muy sencillo pero la realidad fue que costó muchas luchas entre mi hermano y el terapeuta. Nos enseñó como inmovilizarlo sin hacerle daño y evitando que tirara todo lo que encontrara a su paso. Se trataba más de maña que de fuerza. Una vez que se hubiera calmado, entonces reanudar la tarea pero en ese caso, no había premio.
Para que no se sintiera impotente al hacer una tarea se trabajó en la acción de "pedir ayuda" y en contar el tiempo que tenía que realizar una tarea. Miguel aprendió pronto a pedir ayuda, así no le entraba ansiedad. Para fregar los platos, él no sabía cuando había que darle la vuelta al plato para fregar el otro lado, en este caso se contaba del uno al diez y al llegar a éste, dábamos la vuelta al plato.
Poco a poco nuestra calidad de vida mejoró porque mejoramos primero la de Miguel Ángel.
Y sabéis qué.... Mi hermano volvió a sonreír. Y nosotros con él.
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