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La mejor hora del día

Mi hermano Miguel Ángel (llamado muchas veces cariñosamente Mimi) nació con un peso de 2'630 kg y  sin ganas de comer.
Estuvo varios días en el hospital porque se puso "amarillo" (ictericia), no quiso coger el pecho, no quería los biberones de suero ni los de leche artificial... "No se preocupen, ya comerá" nos decían los médicos.
Sin embargo, el niño siguió sin comer mucho... solo algo de los biberones porque la leche materna fue imposible dársela.
Con dos meses apenas había puesto peso, mi madre preocupada lo llevó al pediatra... Nada que no se pudiera remediar dándole un cambio de sabor a la leche... unos cacitos de crema de arroz... desde entonces Miguel Ángel no ha dejado de comer.
Es cierto que nunca le ha gustado la leche... y solo cuando ha llegado a los veinte y pocos años, es cuando ha tomado colacao y batidos... la leche solo la ha ingerido en yogures y postres.
Recuerdo que cuando era pequeño, las primeras cucharadas de papilla siempre las rechazaba y eso que le poníamos su banda sonora preferida para dicho menester (las canciones de la película de Oliver)...  los tres primeros intentos eran una lucha y siempre acabábamos  salpicados, entonces... comía sin resistencia alguna... era... como su rutina.
Su delirio es el chocolate y los mantecaos, estos últimos intentamos tener todo el año.
Miguel Ángel comiendo tarta de chocolate el día de su cumpleaños
(26-9-2010)
Un detalle curioso en su rutina es que siempre quiere dos. A pesar de que le hemos enseñado a pedir uno dando con el dedo en la mesa... nunca es uno... es uno y uno más ... sea lo que sea.
Si es ensaladilla, serían dos cucharadas. Si son uvas, serían dos uvas más. Si son bombones, serían dos bombones más. Los pone juntitos, muy alineados y suele comerselos dándoles un bocaíto a cada uno.
Le gusta ver los tres platos que se va a comer. Y va alternando comiendo de cada uno, solo el postre es el que deja intacto para el final, pero el primer y segundo plato siempre se los come a la vez.
Recuerdo una anécdota de pequeño. Tendría unos 8 añitos. Estábamos comiendo todos. Mi madre había hecho croquetas. A todos nos encantan las croquetas de mi madre y ella no nos dejaba comerlas hasta que no termináramos el primer plato. Sin embargo, ese día mi madre se dio cuenta que faltaban. "¿Quién ha cogido croquetas?" preguntó medio enfadada. Ninguno de mis hermanos ni yo habíamos cogido ninguna. "Había 20 y faltan dos" volvió a apuntar.. Nada , nosotros no habíamos cogido... ¿quién fue?... Miguel. Lo pillamos in fraganti a la siguiente vez.
Resultó que sin levantar la cabeza del plato había observado con la vista la croquetas, simplemente alargó el tenedor al plato y cogió dos, directamente a la boca... ni restos de evidencia alguna del delito, y todo sin levantar la cabeza del plato... Lo tenía todo calculado al milímetro.

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