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Ir al super

No recuerdo que edad tenía Miguel Ángel cuando vino por primera vez conmigo a un supermercado. Haciendo un cálculo a la ligera creo que tendría 7 u 8 meses. 

Al ser una de las tareas que yo solía hacer desde los once años, Miguel Ángel me acompañó infinidad de ocasiones, primero en su carrito y después andando.

No fue hasta la adolescencia cuando él empezó a "ayudar en la compra". Tendría 12 añitos, yo tenía por aquel entonces un negocio de hostelería y frecuentemente iba a comprar suministros a los hipermercados. Mi madre me decía que tenía mucho valor porque Miguel podía tener alguno de sus arrebatos y romper botellas o tirar la compra.


Sin embargo, Miguel Ángel siempre se comportó muy bien. Es más, iba contento y aprendió en su lenguaje a nombrar los distintos centros comerciales a los que íbamos: Continente era "ente", Pryca era "ca" y Alcampo era "poo".

En el coche yo le explicaba que íbamos a Continente y él me respondía "ente, ente". Al llegar allí, cogíamos un carrito que conducía yo y él se agarraba a un lateral, y  con mi lista en mano empezábamos a recorrer las calles y los lineales de hipermercado. Mientras buscábamos, le decía lo que estábamos buscando y él lo repetía. Cuando dábamos con él, le decía señalando el artículo "Miguel éste" y Miguel lo cogía cuidadosamente y lo ponía en el carro. A veces reconocía algún alimento que le gustaba como el chocolate o las patatas fritas y entonces, él lo cogía a la vez que lo señalaba y me miraba repitiendo "te, te". Y yo, le confirmaba: "Sí, chocolate pero uno". Y él se conformaba feliz.

Cuando teníamos que poner las cosas en la cinta de la caja, yo se las daba del carro y él las colocaba con mucho cuidado. Luego a la hora de guardarlo en las bolsas, le daba una a él y le decía "a guardar". Lógicamente él tiene sus limitaciones y mientras guardaba cuatro artículos, yo había rellenado dos bolsas pero ¿sabéis qué? él estaba feliz. Le encanta ayudar y sentirse útil. Y amigas y amigos, verle feliz no tiene precio.

Este sistema de compra tan rudimentario que yo practicaba con él antes de saber que tenía autismo no es tan diferente al que le enseñaron con los pictogramas. En su base es igual. Predecir con antelación qué vamos a hacer, dónde vamos a ir y qué vamos a comprar.

En la agenda se ponían 4 ó 5 artículos que él pudiera reconocerlos en los lineales. No podíamos poner carne o pescado porque él solo los conocía cocinados. Una lista a modo de ejemplo y que los terapeutas utilizaban en algunas ocasiones era comprar los ingredientes necesarios para cenar un sandwich mixto. Agenda: Bolsa de plástico con el logotipo de la tienda, pan de molde, jamón york, queso en lonchas y zumo de brik. Una vez en casa, él hacía su sandwich.

Comencemos por la compra. Llegábamos al super y Miguel con la agenda en una mano y la cesta en otra, va mirando las estanterías buscando el primer artículo: el pan de molde. "Miguel pan de molde". Si por casualidad estábamos en la calle de los panes pero él no lo reconocía, nos parábamos y le reforzaba la búsqueda: "Miguel, mira.. ¿dónde está el pan?" Él se paraba mirando mejor las estanterías y cuando lo localizaba, lo cogía con cuidado y lo señalaba mientras repetía "pan, pan".

Los artículos en la cesta estaban todos ordenaditos y parecían una figura sacada del tetris. Luego uno a uno y en fila, los iba colocando en la cinta de la caja. Yo tenía advertida a la cajera que no pasara nada por el escaner hasta que todo estuviera en la cinta para no provocarle estrés. Cuando estaba todo colocado, ponía la cesta en su sitio e iba al final de la caja, cogía su bolsa y se preparaba para guardar las cosas. Miguel pagaba con el dinero que le dábamos en un monedero, la vuelta la guardaba en el mismo junto con el ticket. Cabe señalar que Miguel Ángel no entiende qué es el dinero y tampoco sabe contarlo. Es una rutina para que sepa que después de comprar hay que darle dinero a la cajera.
De vuelta en casa, Miguel abría el pan, cogía dos rebanadas luego una loncha de jamón york y otra de queso colocándolas con mucho cuidado en el pan. Abríamos el zumito y .... ¡a comer! ¡bon appétit Miguel!


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