C orría el año 1997, era otoño y un nuevo curso escolar en el Colegio de Educación Especial San Pelayo había comenzado su andadura. Miguel Ángel tenía de nuevo a Adela, su profe del año anterior. Era una mujer muy atenta con los niños, agradable y gran profesionalidad. Ella había conseguido que Miguel Ángel le ayudara a trasladar por el colegio a los niños en sillas de ruedas, cuando él nunca ha podido ver cerca una silla de ruedas o un cochecito de bebé. También había logrado que interviniera en una obra de teatro sin que llorara y pudo pintarle su carita utilizando sus propias manos a modo de pincel-caricia. Consiguió así mismo que distinguiera alimentos frescos como el tomate, el huevo, el pimiento o las partes de su cuerpo y cara. Adela había conectado muy bien con Miguel y él, por su parte, la adoraba. Un día, los jardineros encontraron en el patio del colegio una arqueta abierta, su tapa había sido desplazada, algo que era muy difícil de hacer puesto que era de hormigón y su...
Miguel Ángel Guerrero: el motor de mi inspiración en este Blog. Descubriendo el sentido del trastorno del espectro del autismo desde la aceptación y consentimiento a través de mi experiencia personal.